JARDÍN BOTÁNICO ATLÁNTICO DE GIJÓN
un par de helechos pubescentes, es decir con un tronco de medio metro similar al de las palmeras. Cruzando una pequeña pasarela sobre el río Peñafrancia alcanzamos el Entorno Cantábrico, con un pequeño bosque autóctono, matorrales y prados. Esta área se encuentra en proceso de finalización, aún no hay hierba, algunos montones de tierra no han sido esparcidos y determinados árboles han sido recientemente plantados. El eje central del complejo, Paseo de las Hésperides, nos traslada a la Quintana de la Rionda, un recinto museográfico, compuesto por una tradicional casa rural asturiana, con su panera correspondiente, su cuadra, su bodega (llagar), y un molino de agua restaurado. Son muchas las personas que reivindican que no representa fielmente una vivienda de pueblo, puesto que la panera está pintada, en unos tonos azules, la galería de la casa no es tal, sino unos listones verticales de madera, y además los contornos de las puertas son demasiado regulares. El resto de la parcela de la factoría vegetal no es posible observarla, debido a su no finalización. Los frutales del Viejo Mundo (Asia y Europa), se están distribuyendo de una manera un tanto peculiar, en pirámides de tierra, en cuya cúspide se sitúa el espécimen originario y en los cuatro vértices las posteriores variaciones. En el terreno donde se tiene previsto que se asienten los frutales del Nuevo Mundo no hay ni hierba, esos árboles deben de pasar un tiempo en cuarentena antes de abandonar EE.UU. Igualmente ocurre en la sección de plantas indeseadas, tan sólo se ve un pedazo de tierra a lo lejos. Una valla de obras protege los huertos y el apartado de hierbas simples o medicinales. La cafetería tampoco se ha inaugurado. Dentro del Jardín de
la Isla una perfecta hilera de plátanos de sombra, con camelias a sus pies, nos acompañan por el sendero. Tejos, abetos y demás árboles dan cobijo a ardillas y pájaros diversos. Los eucaliptos son de unas proporciones exageradas, ya que gracias a la cuenca del río poseen los cuatrocientos litros diarios de agua que necesitan. Además La Isla cuenta con otras plantas ornamentales, acacias, rosales, magnolios, tulipanes. Pero sin duda alguna lo más importante son los ingenios del agua, creados por Florencio Valdés a mediados del siglo XIX y aportan una mayor belleza al entorno romántico de los jardines. Tales inventos son canales, estanques, una piscina para adultos, y otra para niños, excavados en el terreno, una noria, la cual aportaba agua a la residencia familiar. Todo ello aprovechando la energía del Peñafrancia, que discurre rodeado de un manto de laureles. Eso sí, de nuevo había que recurrir a la imaginación para poder ver aquellos conductos y estanques repletos de agua. Según el guía en unos días comenzará a circular el agua, después de haber sido instaladas bombillas y bombas, las cuales formarán un circuito cerrado y de ese modo ahorrarán agua. No es posible hoy día visitar el Itinerario Atlántico, los senderos no se han preparado, el cauce no ha sido limpiado, salvo algunos de los bosques, como la Carbayera del Tragamón, los cuales llevan allí hasta cuatrocientos años, el resto está muy distante de su conclusión. Personalmente veo al conjunto del Jardín como un proyecto positivo, que responde a la creciente preocupación de nuestra sociedad por preservar el medioambiente, convirtiéndose en un pulmón verde muy próximo a la ciudad. Aunque existen muchos aspectos negativos,
como son la apertura tan prematura sin haber finalizado completamente ninguna de las fases. Esto supone que las personas que acuden al museo se lleven una desilusión, “-...aún queda mucho por hacer, esto está en pañales...”, comentaban algunas. Su apresurada puesta en funcionamiento parece responder a una simple cuestión política. Las elecciones municipales y regionales están a la vuelta de la esquina y un complejo como este, con una base original (masas arbóreas centenarias) es único en España. Los posibles votantes que contemplen el Jardín se pueden convertir en una baza. De no ser así no es muy razonable que muros a medio hacer, tuberías y cables al descubierto, obreros, tierras desiertas, estanques y canales secos formen parte del itinerario.Lo lógico es que las primeras visitas se retrasasen unos meses, hasta haber dado fin a lo que es la obra de albañilería, y tras haber
JUAN REBÓN. Es un complejo de unas 15 hectáreas emplazado a las afueras de Gijón, en dos parroquias, la de Cabueñes y la de Deva. En su construcción se han invertido casi 9 millones de euros. Y se pretende consagrar como uno de los principales referentes turísticos de la ciudad e incluso del norte peninsular. La entrada principal se halla al borde de la carretera de Villaviciosa frente a la Universidad Laboral. Un aparcamiento adoquinado alberga los vehículos de los visitantes, pero en mi opinión consta de pocas plazas en relación al número de usuarios que se prevé que las ocupen, unos 100.000 anuales según los peores pronósticos. La ruta por el jardín abarca una hora aproximadamente, frente a las cuatro o cinco estimadas para dentro de varios meses. Una vitrina enclavada en el medio del pasillo, el cual conduce a las primeras manifestaciones vegetales, nos da la bienvenida.
Este receptáculo contiene las formas más primitivas del reino de las metafitas, como musgos líquenes... En una pequeña sala próxima a la vitrina se reproduce un vídeo del origen de las plantas y su evolución a lo largo de los diferentes climas y periodos por los que atravesó el planeta. A continuación el guía nos conduce por un camino de arena y gravilla, a la izquierda cuatro prismas de vidrio de dos metros de altura, y en cada uno de ellos un icono de las diferentes secciones del jardín. Así el habitáculo número uno, correspondiente al “Entorno Cantábrico”, contiene un laurel (lloreu), típico de la región costera de la mitad norte de España. La torre número dos “Factoría Vegetal” encierra un olivo y una vid, especies características de cultivo mediterráneo. El tejo y la camelia de la siguiente torre simbolizan el “Jardín de la Isla”. En la última el “Itinerario Atlántico” (Mesoámerica), con
plantado las principales especies. Por supuesto muchas plantas estarían todavía en mal estado. Para observar el mundo vegetal que allí se encierra, en toda su plenitud se deberían posponer las expediciones alrededor de unos cinco años, pero claramente cuenta y mucho la rentabilidad que se pueda sacar. De cualquier modo es absurdo que a partir de junio se empiece a cobrar por acceder a este monumento.

Puente en el jardín botánico

Roble centenario del jardin botánico