¿Qué decir, cómo decir?

Sabemos que los idiomas operan con signos. Y sabemos que un signo es un elemento comunicativo que posee dos magnitudes, una fónica -en el caso del lenguaje oral humano- y otra significativa. Expresión y contenido se asocian arbitrariamente en cada lengua y por ello, aunque en cada sistema forman un todo inseparable, detrás de un signo podemos estudiar separadamente ideas y palabras.

Al iniciar un discurso debemos por un lado organizar la información que deseamos trasmitir y por otro seleccionar y disponer las palabras que mejor hayan de publicar la comunicación.

La obra de arte literaria -opus- presenta dos facetas:

EL TEMA. Si nos encomiendan hablar o escribir sobre un asunto podemos empezar considerando su tema, su contenido. Los temas del discurso son ilimitados. El saber hablar, incluso el saber hablar bien, no permite sin embargo tratar todos los temas. Hay muchos, ciencias y profesiones especializadas, que requieren documentarse previamente. No se debe hablar nunca sin conocimiento de causa.

Según el tema del discurso llamamos cuestiones civiles a aquellas accesibles a todos, y cuestiones especializadas a las que requieren de formación en un conocimiento. Si nos piden una exposición sobre las finalidades que deban tener nuestros impuestos el tema es una cuestión civil, pero si hemos de disertar sobre las aplicaciones de la genética a la oncología el tema es una cuestión especializada sobre el cual debamos documentarnos.

LA CONCRETEZ DEL TEMA. Tanto las cuestiones civiles como las especializadas pueden estar más o menos delimitadas.

Absolutamente delimitada en espacio, tiempo y protagonistas está el fratricidio de Caín. Pero también podemos hablar sobre la pena de muerte como derecho de un hombre a interrumpir la vida de otro.

Por su concretez, el discurso se llama causa, cuando habla de un hecho particular (limitado en tiempo espacio y personas) que permite la formulación de una hipótesis. Por el contrario, el discurso plantea una cuestión cuando habla con carácter filosófico y abierto, de un hecho no concretado en tiempo y espacio, y establece una tesis de carácter general.

LA COMPLEJIDAD DEL TEMA. Con independencia de lo específico, delimitado o concreto que un tema sea, puede una causa o una cuestión poseer diversos grados de dificultad. Por su complejidad, un discurso trata una cuestión simple, compleja o comparativa.

Llamaríamos simple a aquella que, aunque se pueda dividir en partes o etapas de razonamiento, tiene unidad argumental.

Compleja por el contrario sería la cuestión que plantease más de un asunto a tratar, por ejemplo “la desigualdad humana”. Sería preciso diferenciar desigualdades naturales de culturales, individuales de sociales... puesto que no todas habrían de tener igual tratamiento.

La cuestión se haría comparativa en el momento en que abordásemos la desigualdad por razón de sexo, de raza u otra particularidad propia de los humanos en diferentes países.

Antes de iniciar la disertación sobre una cuestión compleja se debe realizar un esquema donde recojamos los aspectos que deben ser tratados. Y en ese bosquejo convendrá establecer un orden jerárquico de aparición de los apartados.

EL TRATAMIENTO DEL TEMA. Según el asunto de que se trate, nuestra relación con el discurso puede establecer dos formas diferentes: argumentación y exposición. Estas formas se llaman géneros y persiguen dos fines distintos del auditorio.

La exposición trata el tema informando y demostrando un asunto sobre el que no caben puntos de vista claramente divergentes. Cuando en un examen de matemáticas nos preguntan que demostremos el teorema de Pitágoras, debemos realizar una exposición de por qué la suma de los cuadrados de los catetos ha de ser igual al cuadrado de la hipotenusa. No plantearemos el tema para convencer a nadie, sino para demostrar un hecho. Pero no todos los hechos parten de un consentimiento en su veracidad, por eso existe la argumentación.

La argumentación trata un tema opinable, del que se puede hacer causa -si es concreto- o cuestión -si no está delimitado-, y persigue convencer de una hipótesis o de una tesis al auditorio. La argumentación trata asuntos civiles que pueden y deben ser vistos en relación dialéctica: desde dos puntos de vista que llamaremos acusador y defensa cuando se refieran a juicio de hechos del pasado. También lucubra sobre lo que haya de hacerse en el futuro, que es lo propio del discurso público parlamentario. En ambos casos se procura la persuasión del auditorio a sabiendas de que el asunto es cuestionable.

Cuando el tema juzga un hecho dudoso del pasado en el que el lector o el público es árbitro, el discurso es acusación o apología. La apología es la defensa que busca limitaciones al hecho o al procedimiento. El hecho se juzga en función de la dicotomía justo / injusto.

EL TEMA

civil

 

especializado

 

LA CONCRETEZ

causa

 ¿Hipótesis?

cuestión

 ¿Tesis?

LA COMPLEJIDAD

simple

 

compleja

 

comparativa

 Quijote / Sancho

EL GÉNERO

exposición

 alabanza / vituperio

argumentación

 acusación / apología

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Cuando el tema delibera sobre un hecho opinable que aconseja al lector o el público para el futuro, el discurso trata de persuadir o disuadir y el hecho se juzga en función de la utilidad resultando útil / inútil.

En la exposición, donde se expone un hecho cierto, el discurso adopta la forma de alabanza cuando elogia un asunto honesto o de vituperio cuando lo rechaza por torpe.

El orador o escritor es naturalmente consciente de que la causa que trata tiene otra perspectiva desde su auditorio. Su manera de abordar el tema responderá a cinco posibles puntos de vista:

a) Causa honesta. La que responde al sentimiento jurídico del público. Deja pronto la dialéctica para pasar a la demostración.

b) Causa dudosa. Es aquella en que acusación y apología tienen las mismas posibilidades de éxito.

c) Causa paradójica. La defensa tiene de partida al público en contra porque la causa va contra el sentimiento jurídico general.

d) Causa humilde. No tiene importancia para el público, sea por asunto o por la persona. El interés será humano o literario. La defensa tiene que poner “color” al asunto para darle aliciente.

e) Causa oscura. Es de difícil compresión para el público por su complejidad y requiere de procedimientos literarios para simplificarla. Tiene sus máximos exponentes en la literatura enciclopédica del s. XVIII.

 

FASES DEL DISCURSO La disposición es la distribución útil de las ideas y de las palabras a lo largo de la secuencia lineal que sigue todo mensaje lingüístico. Así, la disposición atiende a la organización de los contenidos seleccionados, lo cual constituye un factor esencial para conseguir la persuasión del lector o auditorio, procurando atraerse desde el principio su ánimo. La disposición da las pautas para la organización de los argumentos: los más sólidos deben figurar al principio y al final; los menos consistentes deben ocupar la parte central. (Tras su lectura, ver ejemplo)

1. EXORDIO. Persigue el objetivo de ganarse la simpatía del público. Las formas más comunes de introducir el discurso son:

Preparar la atención. Supone una llamada de atención para evitar el tedio, por el carácter intrascendente del asunto, o del fastidio provocado por la argumentación de la parte contraria. Recursos:

    A) pedir atención. he de decirles que, por lo que a mí respecta, el asunto de esta me es indiferente

    B) promesa de la brevedad. en uno de los pasados días, compuse uno larguísimo

    C) presentar el asunto de interés para el público. Aquel a quien una conferencia científica asuste o desagrade..., puede no escucharla y retirarse...

    D) despertar la atención mediante emociones: apóstrofe, sentencia, prosopopeya, ejemplos, comparación, metáfora, ironía. ¡cómo me agradaría pegar un grito muy fuerte o salir de aquí disparado e ir a parar a mil leguas!...

Los textos de ejemplo están tomados de "Sobre el daño que hace el tabaco" de A. Chéjov

Preparar la docilidad. Enumeración concisa de los asuntos que se van a tratar en la narración. Es mediador entre la inteligencia del público y la complejidad del asunto.

Preparar la benevolencia. La benevolencia se consigue mediante el elogio o vituperio y tiene marcado carácter dialéctico. Recursos:

A) Ab nostra persona: alabanza de nuestra causa como merecedora de simpatía de todos los hombres.

        1º- Se ha encargado de la causa guiado por motivos morales de peso y de bien común.

        2º- Fórmula de modestia de la elocuencia para no perder el favor por arrogancia.

        3º- Se alaba al cliente perseguido injustamente por la poderosa parte contraria.

B) Ab adversariorum persona. Vituperio de la parte contraria para quitarle la simpatía del público.

C) Ab iudicum persona. Elogio del público en relación con el asunto.

D) A causa. Elogio del punto de vista de la causa propia y vituperio del punto de vista del contrincante.

2. NARRACIÓN Exposición del estado de la causa. Constituirá el fundamento de la argumentación. Consta de un breve resumen de la causa: proposición, y de una comunicación más detallada: explicación. En esta la materia se parte en sus elementos: persona, causa, lugar, tiempo, materia y cosa.

El fin general de la narración es persuadir, lo que implica tres virtudes en la misma: enseñar, deleitar e impulsar (docere, delectare, movere). La primera es la esencial y las otras auxiliares. La persuasión se alcanza gracias a la credibilidad, la brevedad y la claridad.

Respecto de la brevedad debe eliminarse todo lo que no ayude a la comprensión o al conocimiento. Contar desde el punto de partida de los hechos, no su prehistoria. Es reprensible el exceso de ideas tanto si se debe a inclusión de ideas que no tienen que ver con el asunto como si se trata de exceso de análisis. También han de evitarse las repeticiones de palabras, sólo tolerables en función del ornato. El proceso sólo interesa hasta que deja de ofrecer utilidad para la decisión judicial.

También la parquedad es vicio contra la exposición porque conduce a la oscuridad. La partición en pequeñas narraciones, apuntada ya desde el exordio, permite salir al paso del tedio sin caer en lo demasiado poco. También cabe desplazar partes de la exposición a la argumentación.

La claridad atiende a la disposición y encadenamiento de las ideas y a la del lenguaje. Procura el Orden: acertado encadenamiento de los elementos de la exposición. Respetar la linealidad temporal.

En la exposición se prescribe lo afectivo: apóstrofe, etopeya...

La credibilidad supone que para persuadir hace falta ser fidedigno y verosímil. Y más que recetas para ser creíble podemos señalar vicios para que un razonamiento sea inaceptable.

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Los argumentos para probar una causa pueden ser a persona y a re: persona o cosa. Los argumentos a persona, también llamados ad hominem, son muy poco determinantes y deben ser rechazados por prejuzgar las cosas que deben establecerse. Se clasifican así:

Linaje: es muy utilizado y en sentidos contrapuestos. Los prejuicios hacia las clases humildes, sin embargo también el origen, el genus, se utiliza a favor por falta de oportunidades.

Nacimiento y padres: pueden separarse o contemplarse unidos. Supone el prejuicio por la idea de patria o de educación familiar, infantil. Este prejuicio se encuentra ligado a la idea nacionalista, que supone que el lugar de nacimiento determina la manera de ser. Es el prejuicio racista. Ha condicionado alguno de los juicios más famosos de la historia, como el afaire Dreiffus en que un oficial del Estado Mayor del ejército francés fue condenado como traidor por su origen judío.

Sexo: es otra de las características de una persona que condiciona su forma de verla. Desde luego el sexo puede condicionar el “potuit”, potestad, de una persona para realizar una acción. Pero será sólo un prejuicio cuando vaya ligada a la idea de rol social que atribuimos al sexo.

Edad: como ejemplo podríamos hablar de la convicción de que los jóvenes son peligrosos para los adultos.  Este prejuicio de edad aparece infiltrado continuamente en los medios periodísticos por ser un elemento que causa extrañeza en una causa que se juzga colmo. «Tres jóvenes atracan una gasolinera a punta de pistola». Ciertamente que sean jóvenes lleva a considerar si estamos educando en el buen camino, pero afianza la idea de que los jóvenes son distintos y peligrosos. Otro tanto puede decirse de los “jubilados”. Cuando un suceso es protagonizado por un jubilado, esta cualidad aparece siempre en el titular de la noticia.

Educación y estudios: que la educación, mayor o menor, y estudios más o menos largos lleve a explicar determinados comportamientos, no significa que pueda establecerse un prejuicio según el cual quien haya recibido una educación esmerada esté libre de comportamientos inmorales o viceversa. La categoría moral no se puede medir por la educación académica.

Hábitos: relacionados con el medio en que se vive. Al fumador se le ha advertido siempre desde la propaganda para que no provoque incendios forestales, al bebedor se le señala como conductor temerario, del drogadicto se sospecha va a desvalijarnos en cualquier esquina... Este argumento está basado en la probabilidad estadística, pero el ser humano es libre aun cuando por sus hábitos pierda parte de su libertad.

Condición: La condición analiza los hechos en virtud de las relaciones hijo / padre, casado / soltero, vecino o forastero de una ciudad, civil o militar (importante a la hora de tener acceso a un arma), aforado o privado...

Antecedentes psicológicos: la avaricia, crueldad, iracundia, misericordia, severidad... de una persona mueven a pensar de manera favorable o adversa en un hecho que se le impute. Dice el refrán español: Crea fama, y échate a dormir. Es difícil luego librarse de las secuelas que nuestra reputación haya tenido. Con ser el argumento “a persona” más digno de tener en cuenta, pues en este cada cual es hijo de sus actos, con todo será prejuzgar el conectar hecho y autor de una causa por sus antecedentes.

 

Diferente a estos, pero no resolutorio en sí, es el argumento de autoridad. En él citamos a un especialista en la materia que, como los testigos en un juicio, apoyan nuestro razonamiento. Nuestro trabajo debe reflejar la cita con el siguiente orden:

Autor: Título. Editor: (Ciudad y Editorial), Fecha.

Lausberg, Heinrich:  Elementos de retórica literaria; Madrid: Gredos, 1975.

En los ensayos las citas se dejan a la memoria y los autores aparecen mencionados a la vez que sus ideas.

Los argumentos “a re” son los que pueden determinar un juicio válido y honesto sobre una causa.

Algunos de ellos son los siguientes:

Causa: establece una relación forzosa y, en ocasiones, convertible entre una causa y un efecto. Cuando un cuerpo se encuentra iluminado genera una sombra, de forma que podemos argumentar: «está iluminado, luego produce sombra; o porque hay sombra está iluminado». En otros casos la relación no es necesaria: «la lluvia moja, pero no siempre que el suelo está mojado es porque haya llovido». Ver ejemplo

Lugar: el lugar permite probar la verosimilitud de la acción. La coartada de lugar de los films policíacos es un lugar común muy frecuente.

Tiempo: Se suele distinguir entre "tiempo general" como época histórica y "tiempo especial" o coyuntura temporal que se presenta periódica o irregularmente por efecto de la naturaleza o intervención de los hombres. Desde este punto de vista,  un día puede ser de fiesta, caluroso, taurino...

Modo: Indica el modo de llevarse a cabo la acción y, precisamente, tanto en respecto a su ejecución externa como respecto a la disposición psíquica del autor.

Instrumento: Es otra de las circunstancias que se analizan en los argumentos para probar la posibilidad y la facultad.

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3. ARGUMENTACIÓN. Es el conjunto de razonamientos que sostienen la tesis defendida en la narración. Esta parte es “la parte nuclear y decisiva del discurso” La argumentación es el centro del texto retórico. El exordio y la narración tienen como finalidad la preparación del destinatario y la presentación al mismo de informaciones en función de la aceptación por parte de éste de la posición argumentativa que establece el orador. Un exordio adecuado y una narración convincente son pasos previos a una argumentación sólida. El estudio de la argumentación es, ante todo, el de las pruebas que son aportadas en apoyo de la causa. Las pruebas o argumentos tienen una función central en el propio discurso entendido como totalidad basada en la coherencia.

Ante una causa caben cuatro posibles defensas:

1.     Conjetura: hizo/no hizo. (Faltó a clase / no faltó a clase)

2.     Definición: hizo, pero no eso. (Faltó a clase, pero no piró. Estaba enfermo)

3.     Calidad: hizo, pero era correcto. (Faltó, pero había sido llamado por el director y estaba con él)

4.     Traslación: el jurado es incompetente. (Faltó, pero usted es profesor de otro centro)

La comisión de un hecho implica tres cosas: quiso, pudo e hizo.

1. El “Quiso” (voluit) lleva a hablar de los presupuestos afectivos y la finalidad del hecho. ¿Le era provechosa la acción?

2. El “Pudo” (potuit) se puede dividir en dos: potestad y facultad. La potestad mide la posibilidad natural de que alguien sea sujeto de una acción. La facultad indaga la posibilidad circunstancial de comisión del acto.

3. El “Hizo” (fecit) tiene dos vertientes: palabras y hechos; que se analizan en un proceso en el tiempo en antecedentes, simultáneos y consecuentes.

4. PERORACIÓN. Es La última de las partes de la oración, con la que el orador recuerda al auditorio lo más relevante de lo expuesto en las secciones anteriores; constituye una recapitulación del discurso y un nuevo intento de conseguir la simpatía de los jueces o destinatarios influyendo en sus afectos para hacer que su decisión sea favorable. Se trata, pues, de la última oportunidad de comunicación racional y afectiva del orador con el receptor del discurso. En una y en otra función se relaciona la peroración con el exordio, en el que también está interesado el orador, a la vez que informar, en influir en los afectos.

(Tras su lectura, ver ejemplo)

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El orden precedente no evita dejar espacio dos formas de proceder al narrar o argumentar. El razonamiento deductivo formula una afirmación que luego explicita y demuestra. Pero también cabe proceder de forma inductiva, empezando con ejemplos y anécdotas para concluir con la proposición principal. Cabe incluso postura intermedia, de posición central de lo principal que actúa contraponiéndose a lo precedente y a lo posterior.

ELOCUCIÓN

La tercera de las operaciones constituyentes de discurso, la elocución permite expresar palabras para exponer linealmente los materiales hallados en la invención, ordenados y estructurados en la disposición. La elocución puede ser simultánea parcial o totalmente a las anteriores, puesto que el productor del texto puede comenzar la verbalización elocutiva antes de finalizar dichas dos operaciones. Por tanto, en el funcionamiento efectivo en la realidad de la comunicación retórica, las tres operaciones constitutivas de discurso se entrecruzan en sus correspondientes actuaciones, dándose entre ellas una relación de simultaneidad total o parcial.

La elocución es asociada al componente palabras del discurso, por ser su objeto precisamente la obtención de las palabras al servicio de la finalidad  global del texto retórico. El nivel de disposición y elocución forman conjuntamente el texto retórico, mientras que el de invención es el del referente, que aunque imprescindible para la elaboración del texto, está fuera de éste. Las palabras y frases forman la microestructura o estructura de superficie, de carácter  oracional, del texto retórico. La estructura sintáctica oracional del texto está fundamentada en la corrección lingüística y en la voluntad  de elaborar un discurso que sea elegante y comunicativamente efectivo

Las cualidades de la elocución  son básicamente cuatro:

1.   Pureza: corrección gramatical de la lengua empleada.

2.   Precisión: el grado de comprensibilidad del discurso. La expresión del discurso debe ser clara.

3.   Ornato: tiene por misión el embellecimiento verbal del discurso. Se trata de producir una construcción elocutiva que atraiga la atención por su elaboración. El ornato, manejado apropiadamente, es un elemento decisivo para el cumplimiento de la compleja finalidad del discurso retórico articulada en delectare, docere y movere. La elaboración artística produce un deleite estético en el receptor, que lleva a éste a vencer el hastío en la audición, y a seguir con atención, interés y placer el discurso. El ornato consta de dos formantes básicos: la elección de palabras (tropos y figuras) y su combinación que se ocupa del encadenamiento de las palabras y grupos de palabras en el discurso. (Recuerda que para las figuras literarias tienes en la página del departamento un enlace)

4.   Urbanitas: elegancia de estilo, de la que depende el agrado que produce el discurso, gracias al dominio estilístico de la lengua, es decir, a su competencia, el orador obtiene una microesturctura del discurso que no es sólo correcta sino también hermosa y brillante.

 

Fíjate en este, ya viejo, artículo de Pérez Reverte. Podría parecer que lo expuesto de las fases del´discurso sólo sirven para textos muy amplios, pero todo tipo de textos más breves, también un artículo de periódico o un examen, pueden organizarse según ese modelo. Bastaría con organizar previamente la inventiva del texto.

Oye, ministro     Arturo Pérez Reverte

Estos días el arriba firmante anda a vueltas con el guión de una serie para la tele, un asunto que mi compadre Sancho Gracia va a producir sobre la España de 1898. Y como eso del cine y los guiones es cosa de especialistas, Sancho ha fichado a dos machacas, los hermanos Olivares -más conocidos por los hermanos Dalton- para que le den forma técnica al asunto. Los Dalton son jóvenes, brillantes y nos llevamos muy bien. Pero el otro día, mientras revisaba uno de los diálogos desarrollados por ellos, me detuve con el lápiz en alto. En la escena, que transcurre a la salida de un consejo de ministros de hace un siglo, los periodistas interpelan a un ministro de Marina llamándole: «Ministro, ministro».

Comenté el asunto con los Dalton, aclarándoles que los políticos españoles no siempre han tenido las maneras de la chusma que tenemos ahora; y que ese compadreo de oye, ministro, oye, presidente, es una cosa reciente y más bien de aquí, desde que periodistas y políticos se van a la cama -a veces literalmente- juntos. Y es que al único que no tutea nadie es a don Manuel Fraga, porque no se deja. Y añadí que si en el siglo pasado, incluso en buena parte de este, un periodista se hubiese dirigido así a un ministro, habría sido puesto de patitas en la calle. Y que aún hoy en la vecina Francia, todo el mundo se dirige al ministro como «monsieur le ministre». Por no hablar del presidente de la república. Allí esas son cosas a respetar porque, respetándolas, la gente se respeta también a sí misma. No como en España, que todos somos contertulios, y nos tuteamos, y nos sacudimos unos  a otros la chorra con toda la naturalidad y con toda la ordinariez de que somos capaces. Que es mucha.

Lo grave no es que los Dalton lo entendieran, porque son chicos listos y lo cazaron en cuanto abrí la boca. Lo grave es el reflejo automático que les hizo escribir como harto natural una zafiedad que sólo es posible aquí y ahora, en España. Somos el único país de Europa donde entras a un restaurante con tu legítima y el camarero pregunta «¿qué vais a tomar?», el cliente te dice «dame el Marca», la dependienta aconseja «pruébatelo», el mendigo sugiere «colabora, colega», y el niño vestido de rapero dice «dime la hora, subnormal» o se refiere al cura de su parroquia como Paco. Toda España es un inmenso tuteo; hasta el punto de que algunos, que fuimos cuidadosamente educados por nuestros papás para hablarle de usted a todo el mundo -yo, hasta cuando insulto-, nos sentimos bichos raros cuando gente con canas presuntamente respetables dice: «pero no me hables de usted, hombre, que me haces muy viejo», el mozo de hotel al que das propina lo agradece con un «gracias, Reverte», o después que el taxista ha preguntado «¿dónde te llevo?» tú vas y contestas muy serio, tras un «buenos días» que nadie responde: «Pues me va a llevar usted, por favor, a la calle Leganitos».

Todo eso, que parece anecdótico, no lo es. Supone un síntoma evidente de la degradación del respeto entre los españoles, del escaso aprecio en que nos tenemos a nosotros y a nuestras instituciones, y de la peligrosa facilidad con que confundimos cordialidad y grosería. No hay que remontarse a la España de mi amigo el capitán Alatriste, cuando tratar a alguien no ya de , sino de vos en lugar de vuestra merced podía terminar en estocadas. Mi generación ha conocido hijos que llamaban a los padres de usted, y mi abuelo utilizó hasta su muerte ese tratamiento con algunos de sus mejores amigos. Lo que no es tan extraordinario si tenemos en cuenta que en Francia, sin irse más lejos, varios matrimonios conocidos míos se hablan entre sí de usted con la más natural cordialidad del mundo.

En fin volviendo a la España de ahora, mucho me temo que, por más que nos empeñemos, ni todos somos compadres ni vamos a serlo en nuestra puñetera vida;  por mucho que finjamos -que esa es otra- darnos palmaditas en la espalda y nos tuteemos como si hubiésemos frecuentado la misma casa de putas. Así que conmigo no cuenten: seguiré llamando de usted a quien me dé la gana, y eligiendo cuidadosamente los amigos a quienes tuteo. Y más en este país de soplapollas donde lo único que falta por normalizar es «oye, rey»; que suena más moderno, y menos formal, y más campechano que el copón de Bullas. Pero todo se andará, y ese día me nacionalizaré mejicano. Allí todavía te pegan un tiro hablándote de usted.

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ANÁLISIS GENERAL DE LA CONSTRUCCIÓN DEL ARTÍCULO

1er párrafo: Introducción: del tipo “ad attentum parare”, subtipo “literario”: En forma narrativa, despierta la atención mediante recursos literarios.

el arriba firmante

perífrasis

anda a vueltas

eufemismo

guión, asunto,

sinonimia

especialistas, machacas

riqueza léxica

Olivares, Dalton

términos bimembres

jóvenes, brillantes,

sinonimia

me detuve con el lápiz en alto

metonimia

2º párrafo: Inicia el paso de la introducción a la tesis. Combina el género descriptivo y el narrativo con vituperio y acusación de la parte contraria; prepara la benevolencia del público y eso tiene aún de introducción.

maneras de la chusma 

compadreo, se van a la cama juntos,                            VITUPERIO

sacudimos la chorra     

ordinariez       

  

habría sido puesto de patitas en la calle                                   EXPOSICIÓN

  

respetándolas, la gente se respeta también a sí misma             ARGUMENTACIÓN

3ER párrafo: Narración expositiva. Toda España es un inmenso tuteo

4º párrafo: ARGUMENTACIÓN central: síntoma evidente de la degradación del respeto entre los españoles. Por segunda vez hace una cuestión simple, cuestión comparativa en dos momentos:

ANTES / AHORA

ESPAÑA / FRANCIA

5º párrafo: CONCLUSIÓN en tres momentos.

a) Recapitulación: por más que nos empeñemos...

b) Indignación: en este país de soplapollas...

c) Conmiseración: ese día me nacionalizaré mejicano...

Volver a fases

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Fíjate en este compendio de prejuicios recogido por el Padre Feijoo en pleno siglo XVIII. No demuestra nada, pero este tipo de arbitrariedades suelen agradar mucho a los nacionalistas que buscan el respaldo de un grupo.

de Teatro Crítico Universal    Feijoo

Para complemento de este discurso y en obsequio de los curiosos, pongo aquí la siguiente tabla, sacada del segundo tomo de la Specula Physico-Mathematico-Historica del Padre premonstratense Juan Zahn, donde se ponen delante de los ojos la diversidad que tienen en ingenios, vicios y dotes del alma y cuerpo las cinco principales naciones de Europa. El citado autor (que es alemán) la propone como arreglada al sentir común de las naciones. Pero no salgo yo por fiador de su verdad en todas sus partes, y en especial, le hallo poco verídico en lo que dice de los españoles, pues no son en el cuerpo horrendos, ni en la hermosura demonios, ni en la fidelidad falaces, antes bien en los cuerpos y hermosura son airosos y en la fidelidad firmes.

 

Alemán

Español

Italiano

Francés

Inglés

En el cuerpo.

Robusto.

Horrendo.

Débil.

Ágil.

Delicado.

En el ánimo.

Oso.

Elefante.

Zorra.

Águila.

León.

En el vestido.

Mono.

Modesto.

Lúgubre.

Proteo.

Soberbio.

En costumbres.

Serio.

Grave.

Fácil.

Ostentador.

Suave.

En la mesa.

Ebrio.

Fastidioso.

Sobrio.

Delicado.

Guloso.

En la hermosura.

Estatua.

Demonio.

Hombre.

Mujer.

Ángel.

En la conversación

Aúlla.

Habla.

Delira.

Canta.

Llora.

En los secretos.

Olvidadizo.

Mudo.

Taciturno.

Hablador.

Infiel.

En la ciencia.

Jurista.

Teólogo.

Arquitecto.

Algo de todo

Filósofo.

En la fidelidad.

Fiel.

Falaz.

Sospechoso.

Ligero.

Pérfido.

En los consejos.

Tardo.

Cauto.

Sutil.

Precipitado.

Imprudente.

En la religión.

Supersticioso

Constante.

Religioso.

Celoso.

Mudable.

Magnificencia.

En las fortificaciones.

En las Armas.

En los Templos.

En los Palacios.

En las Armadas.

En el matrimonio el marido es

Señor.

Tirano.

Carcelero.

Compañero.

Vasallo.

La mujer es

Alhaja doméstica.

Esclava.

Prisionera.

Señora.

Reina.

El criado es

Compañero.

Sujeto.

Obsequioso.

Criado.

Esclavo.

Enfermedades que padece

Gota.

Todas.

Peste.

Infección venérea.

El Lupo.

En la muerte es

Desembarazado.

Generoso.

Desesperado.

Violento.

Presuntuoso.

Volver a argumentos

En este caso sirve el Padre Feijoo para ilustrar dos ejemplos de criterio de autoridad, uno popular y otro culto, para apoyar su idea de que los buenos aportan a la comunidad su esfuerzo.

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de Teatro Crítico Universal        Feijoo

No son de mi gusto aquellos que llaman "buenos" a los hombres, inútiles para todo, por quienes se dijo el adagio italiano: «Tanto buon che val niente». Y es  como si dijéramos en español: es tan bueno que para nada es bueno. Mucho menos apruebo aquellos genios aislados que sólo son para sí mismos. Es bajeza de ánimo dirigir todas las acciones a la conveniencia propia, como a centro suyo. El hombre es animal sociable, y no sólo por las leyes, más aun por deuda de su propia naturaleza, está obligado a ayudar, en lo que pudiere, a los demás hombres: especialmente al compañero, al vecino: más que a todos a su superior y a su República. Decía Plinio que los genios, inclinados al beneficio y alivio de los demás mortales, tienen no sé qué de divinos. Los que atienden sólo a sí mismos ni aun se pueden llamar humanos.

Volver a argumentos

Unamuno es autor al que gusta la paradoja. En este texto defiende la idea de que en la Edad Media se viajaba más (en sentido cualitativo) que hoy, y que ha sido la proliferación de grandes vías la causante de regiones olvidadas. Claramente toma postura por una causa paradójica que defiende hasta finalizar en una peroración de paradoja.

de Andanzas y visiones españolas.         Miguel de Unamuno.

Salimos en coche de ella, y cruzando el Jerte emprendimos viaje a Jaraiz, ya en la Vera de Plasencia, en las soleadas faldas meridionales de la gran sierra de Gredos. Esta Vera de Plasencia ha estado siempre muy apartada de las grandes rutas de España, y últimamente más aún que en los tiempos en que fue Carlos I a esconder en ella el ocaso de su majestad imperial. Porque a ciertas regiones, y más de sierra, las carreteras primero, con sus diligencias y postas, los ferrocarriles después, las han aislado más que estaban. Cuando casi todos eran caminos de herradura a través de fragosidades serranas, no pocos trechos o calzadas, tal vez romanas, que seguían los más a pie, algunos a caballo o con mula, y tal cual en silla de manos, como el emperador que fue llevado a Yuste, no había diferencia de recorrer unos a otros. Y así, en aquella bendita Edad Media, la gente viajaba más que ahora viaja y pasaba por sitios que hoy nos resultan retirados, remotos y casi inaccesibles.

En cierto sentido entonces, cuando era más lento el viajar, se viajaba más de verdad, se recorría más de veras el camino. El romero o peregrino medioeval conocía mucho mejor el país porque viajaba más que un turista moderno. Hoy cabe atravesar toda una nación dormido y sin conocer ni una sola palabra de la lengua que en ella se hable. Hoy el camino es un puro medio y se va a devorarlo o suprimirlo en lo posible, atento al fin del viaje. Fin que tampoco suele importar mucho. Entonces, lo interesante, lo vivo, era el camino. La vida misma era un camino que se recorría a pie y gozándose en cada posada. Los reyes mismos eran reyes andariegos. Y nunca ha habido acaso una edad más universal, de más activo comercio de espíritu entre los diferentes pueblos que lo fue la Edad Media. Las leyendas recorrían, a pie y de boca en boca, Europa entera. Y la civilización, una civilización eclesiástica y clerical, se colaba por todas partes. Han sido las grandes rutas, los caminos que han suprimido las distancias, y con las distancias el goce reposado de los pasos comedidos y contemplativos, los que han aislado a ciertas regiones y hasta las han vuelto salvajes. Una leyenda como aquella terrible de la Serrana de la Vera -tan tratada por nuestros dramaturgos clásicos, y de la que hizo su famoso drama Vélez de Guevara-, una leyenda como la de aquella brava moza deshonrada que capitaneaba una banda de forajidos, se guarece en una cueva, no lejos de Yuste, sorprende a ricos caminantes, goza de ellos y luego los mata; una leyenda así sólo pudo nacer cuando estas fragosidades, por el drenaje de las grandes rutas, perdieron su sociabilidad primitiva y algo paradisíaca. Han sido los caminos los que han hecho no pocos desiertos.

Marzo de 1920.

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El médico LUIS ROJAS MARCOS argumenta así la necesidad de prevenir enfermedades como causa principal para aumentar la longevidad.

No obstante, si examinamos la historia de nuestra especie se hace evidente que la causa más importante de la prolongación de la vida no ha sido el tratamiento de las enfermedades sino su prevención. Desde los primeros asentamientos de colectivos humanos y la construcción de las ciudades en Sumeria hace unos seis milenios, hasta mediados del siglo XIX la esperanza de vida se mantuvo alrededor de los 35 años. Sin embargo, en el breve periodo entre 1840 y 1940, la duración media de la vida en Europa y Estados Unidos alcanzó los 65 años, un incremento del 86 por ciento. Esta dilatación espectacular de la existencia tuvo lugar antes de que salieran al mercado los primeros remedios eficaces contra las infecciones, como la sulfamida y la penicilina, y fue primordialmente el resultado de la aplicación de tres medidas sanitarias preventivas, basadas en la teoría formulada por el químico francés Louis Pasteur de qué micro-bios causaban enfermedades. Una fue la construcción de alcantarillados y la separación de las aguas potables de las aguas residuales anegadas de voraces insectos y roedores que propagaban epidemias mortíferas; otra, la inmunización en masa contra la viruela gracias a la vacuna descubierta por el médico rural inglés Edward Jenner; y la tercera, la implementación de normas elementales de higiene en los hospitales, como obligar a los cirujanos a lavarse las manos con jabón antes de intervenir a los pacientes y desinfectar las heridas de estos con alcohol. En las últimas seis décadas, a pesar de los impresionantes avances experimentados por la sanidad, la esperanza de vida en los países más ricos solamente ha incrementado 14 años o un 22 por ciento.    Volver a argumentaciones

Jovellanos en su discurso Medios de promover la felicidad en el Principado hace cuestión, y por consiguientemente defiende la tesis de que la instrucción es origen del desarrollo de la industria. Es una cuestión simple que defiende partiendo del axioma liberal de que el progreso económico es natural al hombre.

La industria es natural al hombre, y apenas necesita otro estímulo de parte del Gobierno que la libertad de crecer y prosperar: déme usted esta libertad, y crecerá la industria hasta lo posible. Pero la Ilustración fijará siempre la medida de esta posibilidad. Un pueblo bárbaro sabrá solamente hacer sus cabañas y sus instrumentos de labor y pesca, y los progresos de su industria irán al paso de sus conocimientos, hasta que llegando a lo sumo de ellos, sepa hacer relojes que dividan el día en instantes, o telescopios que descubran nuevas estrellas en el cielo.  

Es, pues, indispensable traer la ilustración a este país y tardará muy poco en ser industrioso... Es verdad que este misionero ha hecho poco fruto entre sus paisanos; pero por ventura ¿no será esta otra prueba de que la ilustración es el primer paso que se deba dar hacia la felicidad en Asturias?.      Volver a la clasificación.

Desmond Morris en "El mono desnudo" sugiere esta hipótesis de que la risa sea una derivación del llanto. Además de hipótesis es texto especializado, pero no exento de ser entendido con facilidad.

La acción de llorar consiste en una tensión muscular acompañada de un enrojecimiento de la cabeza, de una humedad en los ojos, con apertura de la boca y distensión de los labios, y con una respiración exagerada y de expiraciones intensas y, desde luego, con agudas y roncas vocalizaciones. Los niños mayores corren también hacia sus padres y se agarran a ellos.

La introducción o exordio es aquí una descripción científica de lo que no admite duda. De ella se parte para las subsiguientes exposición y argumentación.

He descrito este hábito con cierto detalle, a pesar de ser tan corriente, porque de él evolucionaron nuestras señales especializadas de la risa. Cuando se dice que alguien “lloraba de tanto reír”, se expresa esta relación; pero, en términos de evolución, debería decirse al revés: reímos de tanto llorar. ¿Cómo se produjo esto? Ante todo, es interesante observar lo mucho que, como hábitos de reacción, se parecen el llanto y la risa. Tendemos a olvidarlo, porque ambas acciones responden a estados de ánimo muy diferentes. La risa, como el llanto, requiere una tensión muscular, abrir la boca, distender los labios y respirar exageradamente, con intensas expiraciones. En grados de alta intensidad, incluye también el enrojecimiento de la faz y el humedecimiento de los ojos. Pero las vocalizaciones son menos roncas y no tan agudas. Sobre todo, son más breves y se suceden con mayor rapidez. Es como si el prolongado gemido del niño que llora se fraccionara, cortado en pequeños pedazos, y al propio tiempo se hiciera más suave y más grave.

Necesita ahora para que sirva de algo la introducción mostrar expositivamente la similitud entre los rasgos de llanto y risa. Como le parece que nos resultará extraño, comienza aludiendo al criterio de autoridad popular, y luego examina las características fisiológicas de la risa.

Parece como si la reacción de la risa fuese una evolución de la del llanto, como señal secundaria producida subsiguientemente. Ya he dicho que el llanto se presenta en el momento de nacer; en cambio, la risa no aparece hasta el tercer o cuarto mes. Esta aparición coincide con el desarrollo del reconocimiento de los padres. (...)

Este es párrafo de transición. No se trata de provocar la adhesión inmediata e inicia con dubitación el párrafo para seguir aportando una prueba "a tempo".

Así, pues, la risa dice “Reconozco que el peligro no es real”, y transmite ese mensaje a la madre. Entonces, la madre puede jugar vigorosamente con el niño, sin hacerle llorar. En los niños, las primeras causas de la risa son los juegos infantiles de los padres: palmoteos, saltos rítmicos sobre las rodillas y elevaciones en el aire. Más tarde, las cosquillas juegan un papel principal; pero no antes del sexto mes. Todos estos estímulos son violentos, pero realizados por el protector “seguro”. Los niños aprenden muy pronto a provocarlos; por ejemplo, escondiéndose, con lo cual experimentarán la “impresión” de ser descubiertos, o jugando a escapar, para ser alcanzados.

Hemos eliminado parte de las pruebas, ya que el texto, inserto en el marco de todo un libro, tiene más longitud de tratado que de ensayo. Aquí da por demostrado que la risa es señal secundaria, superadora de momentos de peligro y de llanto.

Por consiguiente, la risa se convierte en señal de juego, una señal susceptible de ser fomentada y desarrollada por la progresiva interacción entre el niño y sus progenitores. Si ésta produce excesivo espanto o dolor, la reacción derivará hacia el llanto y provocará inmediatamente una respuesta protectora. Este sistema permite al niño desarrollar la exploración de sus capacidades corporales y de las propiedades físicas del mundo que le rodea.

El último párrafo es la peroración o constatación de las conclusiones. La conjunción ilativa relaciona el párrafo con lo anteriormente expuesto y lo hace consecuencia de ello.

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En el texto seleccionado Daniel Eisenberg, después de establecer un principio sobre la naturaleza del humor, analiza en comparación la comicidad de D. Quijote y la de Sancho a partir de un mismo principio: en ambos casos debiera producirse una inadecuación entre lo que ocurre y lo adecuado.

El humor es especialmente propenso a debilitarse con el paso del tiempo. Está unido, quizás inevitablemente, a las circunstancias en que se creó, y cuanto más sofisticado es, también es más efímero. El humor superficial de la farsa es más o menos universal, así pues la escena nocturna en la posada (capítulo 16 de la Primera Parte) todavía se la considera divertida. Pero para comprender el humor que surge de lo que es incongruente y ridículo hay que saber lo que sería congruente y sensato. Si hay que explicar estas cosas, «no se entiende» el chiste y se pierde gran parte del humor. El mejor humor es, por tanto, perecedero, y es tan difícil para el especialista estudiarlo a varios siglos de distancia como para el lector apreciarlo. Sin embargo, Don Quijote fue considerado durante mucho tiempo un libro cómico, y frecuentemente se nos dice que contiene burlas y que Don Quijote y Sancho hacen reír a la gente hasta que revientan.

Cervantes creía que el humor surge del contraste entre lo que ocurre y lo que el lector piensa que sería lo adecuado. La risa se encuentra en dos cosas: «obras y palabras», en las cuales se encuentra «alguna fealdad y torpeza»; «lo ridículo está en lo feo». Cervantes encarna esta teoría creando dos personajes físicamente poco atractivos y sin gracia, y hace que uno de ellos, Don Quijote, sea el representante de las acciones cómicas, y el otro, Sancho, el representante de las palabras cómicas. Aquél, cifra de todos los caballeros andantes, hace cosas divertidas porque está loco, y éste, cifra de los escuderos, dice cosas graciosas porque es simple. La división no está bien definida, pues en ocasiones ambos dicen cosas graciosas y hacen cosas disparatadas, y Don Quijote se vuelve menos loco y Sancho más juicioso. Pero esta distinción entre los dos, el uno hombre de acción, y el otro hombre de palabras, es frecuente en el texto. Así es «la locura del amo y la simplicidad del criado», sin embargo «lo principal de lo ridículo... consiste en palabras», y eso bien puede ser un motivo por el que el humor verbal, y el papel de Sancho, son cada vez más importantes en Don Quijote. «Es la persona más apta para la comedia de todas las demás», pues con semejante personaje puede incluirse todo tipo de discurso ridículo.                 Volver a la clasificación.

Por ejemplo de razonamiento traemos unos párrafos de "La rebelión de las masas" de Ortega y Gasset. En él se arguye que la superación de una etapa histórica o de una postura ideológica debe realizarse desde la afirmación y no desde la supresión de lo que se pretende sobrepasar.

No cabe duda de que es preciso superar el liberalismo del siglo XIX. Pero esto es justamente lo que no puede hacer quien, como el fascismo, se declara antiliberal. Porque eso -ser antiliberal o no liberal- es lo que hacía el hombre anterior al liberalismo. Y como ya una vez éste triunfó de aquél, repetirá su victoria innumerables veces o se acabará todo -liberalismo y antiliberalismo- en una destrucción de Europa. Hay una cronología vital inexorable. El liberalismo es en ella posterior al antiliberalismo, o lo que es lo mismo, es más vida que éste, como el cañón es más arma que la lanza.

Al primer pronto, una actitud anti-algo parece posterior a este algo, puesto que significa una reacción contra él y supone su previa existencia. Pero la innovación que el anti representa se desvanece en vacío ademán negador y deja sólo como contenido positivo una «antigualla». El que se declara antiPedro, no hace, traduciendo su actitud a lenguaje positivo, más que declararse partidario de un mundo donde Pedro no exista. Pero esto es precisamente lo que acontecía al mundo cuando aún no había nacido Pedro. El antipedrista, en vez de colocarse después de Pedro, se coloca antes y retrotrae toda la película a la situación pasada, al cabo de la cual está inexorablemente ]a reaparición de Pedro. Les pasa, pues, a todos estos anti, lo que, según la leyenda, a Confucio. El cual nació, naturalmente, después que su padre; pero, ¡diablo!, nació ya con ochenta años, mientras su progenitor no tenía mas que treinta. Todo anti no es más que un simple y hueco no.

Sería todo muy fácil si con un no mondo y lirondo aniquilásemos el pasado. Pero el pasado es por esencia revenant. Si se le echa, vuelve, vuelve irremediablemente. Por eso su única auténtica separación es no echarlo. Contar con él. Comportarse en vista de él para sortearlo, para evitarlo. En suma, vivir a «la altura de los tiempos», con hiperestésica conciencia de la coyuntura histórica.

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El texto siguiente no es más que muy breve ejemplo de la manera deductiva de proceder al plantear una tesis, que en este caso hemos limitado -dentro del capítulo que Konrad Lorenz dedica en el libro abajo citado a la "competencia consigo mismo"- al momento en que vitupera el significado del aforismo time is money.  Dentro de un párrafo se propone una hipótesis y se confirma con ejemplo personal, porque es consciente de que todos conocen alguna experiencia similar.

Entre las secuelas más perniciosas de la prisa figura la incapacidad patente del hombre moderno para estar a solas con su propio Yo, aunque sólo sea durante un breve lapso de tiempo. Con temeroso empeño procura soslayar toda posibilidad de meditar sobre sí mismo y hacer examen de conciencia, como si temiera que la reflexión le enfrentara con un horrible autorretrato, algo similar a lo descrito por Oscar Wilde, en su clásica novela dramática El retrato de Dorian Gray. La manía generalizada de escuchar y producir ruido -lo cual resulta paradójico si se considera la neurastenia habitual del hombre moderno- no tiene explicación alguna, salvo la de que por una razón u otra el mundo haya ensordecido. Cierta vez, durante un paseo por el bosque, mi mujer y yo oímos inesperadamente el estruendo de un transistor acercándose con rapidez. Lo llevaba sobre el portamaletas un solitario ciclista de dieciséis años más o menos. "Ese tiene miedo de oír cantar a los pájaros", -comentó mi esposa-. Yo creo más bien que aquel muchacho tenía miedo de encontrarse consigo mismo, aunque sólo fuera por un instante.

Lorenz, Konrad; Los ocho pecados mortales de la humanidad civilizada; 1975, Esplugues de Llobregat (Barcelona), PLAZA & JANES EDITORES. S. A.                                     Volver al orden deductivo

El personaje de "Tristana" de Pérez Galdós debe expresar algo que es difícil entender en su época: desea ser una mujer independiente, es decir independiente sin dejar de ser mujer. Y acabará por expresarlo así: «quiero ser mi propia cabeza de familia»

El problema de mi vida me anonada más cuanto más pienso en él. Quiero ser algo en el mundo, cultivar un arte, vivir de mí misma. El desaliento me abruma. ¿Será verdad, Dios mío, que pretendo un imposible? Quiero tener una profesión y no sirvo para nada, ni sé nada de cosa alguna. Esto es horrendo.

Aspiro a no depender de nadie ni del hombre que adoro. No quiero ser su manceba, tipo innoble, la hembra que mantiene algunos individuos para que les divierta, como un perro de caza; ni tampoco que el hombre de mis ilusiones se me convierta en marido. No veo la felicidad en el matrimonio. Quiero, para expresarlo a mi manera, estar casada conmigo misma, y ser mi propia cabeza de familia. No sabré amar por obligación; sólo en la libertad comprendo mi fe constante y mi adhesión sin límites. Protesto, me da la gana de protestar contra los hombres, que se han cogido todo el mundo por suyo, y no nos han dejado a nosotras más que las veredas estrechitas por donde ellos no saben andar...                         Volver a la elocución.

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El discurso literario es quien mejor cumple con esas aspiraciones de deleite estético que invita a seguir leyendo gracias a su seducción. Valle Inclán es el autor de estas líneas que invitan a lectura reposada por mejor reproducir el ambiente en que se producen.

En el sepulcro del guerrero, se entrechocaban los huesos del esqueleto. Los cabellos se erizaron en mi frente. La capilla había quedado en el mayor silencio, y oíase distintamente el hueco y medroso rodar de la calavera sobre su almohada de piedra. La luz de la lámpara oscilaba. En lo alto mecíase la cortina de un ventanal, y las nubes pasaban sobre la luna y las estrellas se encendían y se apagaban como nuestras vidas. De pronto, allá lejos, resonó festivo ladrar de perros y música de cascabeles. Una voz grave y eclesiástica llamaba:

- ¡ Aquí, Carabel ! ¡ Aquí, Capitán !

Era el Prior de Brandeso que llegaba para confesarme. Después oí la voz de mi madre trémula y asustada, y percibí la carrera retozona de los perros. La voz grave y eclesiástica se elevaba lentamente, como un canto gregoriano:

-Ahora veremos qué ha sido ello... Cosa del otro mundo no lo es, seguramente... ¡ Aquí, Carabel ! ¡ Aquí, Capitán !

Y el Prior de Brandeso, precedido de sus lebreles, apareció en la puerta de la capilla:

¿ Qué sucede, señor Granadero del Rey ?

Yo repuse con voz ahogada:

-¡ Señor Prior, he oído temblar el esqueleto dentro del sepulcro !

El Prior atravesó lentamente la capilla: era un hombre arrogante y erguido. En sus años juveniles, también había sido Granadero del Rey. Llegó hasta mí sin recoger el vuelo de sus hábitos blancos, y afirmándome una mano en el hombro y mirándome la faz descolorida, pronunció gravemente:

- ¡Que nunca pueda decir el Prior de Brandeso que ha visto temblar a un Granadero del Rey!.

No levantó la mano de mi hombro, y permanecimos inmóviles, contemplándonos sin hablar. En aquel silencio, oímos rodar la calavera del guerrero. La mano del Prior no tembló. A nuestro lado, los perros enderezaron las orejas con el cuello espeluznado. De nuevo oímos rodar la calavera sobre su almohada de piedra. El Prior me sacudió:

¡ Señor Granadero del Rey, hay que saber si son trasgos o brujas !

Y se acercó al sepulcro, y asió las dos anillas de broce empotradas en una de las losas. Me acerqué temblando. El Prior me miró sin despegar los labios. Yo puse mi manos sobre la suya en una anilla y tiré. Lentamente alzamos la piedra. El hueco, negro y frío, quedó ante nosotros. Yo vi que la árida y amarillenta calavera aún se movía. El Prior alargó un brazo dentro del sepulcro para cogerla. Después, sin una palabra, me la entregó. La recibí temblando. Yo estaba en medio del presbiterio y la luz de la lámpara caía sobre mis manos. Al fijar los ojos, las sacudí con horror. Tenía entre ellas un nido de culebras que se desanillaron silbando, mientras la calavera rodaba con hueco y liviano son todas las gradas del presbiterio. El Prior me miró con sus ojos de guerrero que fulguraban bajo la capucha como bajo la visera de un casco:

-Señor Granadero del Rey, no hay absolución... ¡ Yo no absuelvo a los cobardes !

Si quisieras leer el cuento entero, te proporciono enlace donde puedes hacerlo.

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/inclan/miedo.htm