ACTIVIDADES DE LITERATURA

taller de escritura

GÉNEROS LITERARIOS

ORIENTACIÓN TEMÁTICA

ESTRUCTURA

LENGUAJE

LÍRICA

Subjetivación, el hombre impone su medida a las cosas. Exteriorización del yo. Emparejamientos o repeticiones: -Sonoros (rima, ritmo...) -Morfosintácticos (palabras y construcciones paralelas) -Semánticos: insistencia en una idea o bien contraposición de ideas. Muy elaborado. Al servicio de la estructura y del tema. Connotativo y simbólico.

NARRATIVA

Objetivación de un mundo. Relato de una historia actuando como testigo. Problemas humanos (individuales y colectivos) Proceso en el tiempo: Planteamiento, nudo y desenlace, en los que se integran los elementos (personajes etc.) La voz del narrador. Dinámico. Al servicio de la estructura y del tema. Recursos estilísticos. Narración, descripción y diálogo.

DRAMA

Objetivación máxima: los personajes actúan directamente. Concentración. Proceso en el tiempo: Planteamiento, nudo y desenlace. No hay narrador. Creada para representar. Exclusivamente diálogo.

ENSAYO

Informar. Convencer.

Res: ideas.

Verba: palabras.

Exordio: la motivación del oyente.

Exposición detallada. Fundamentos.

Argumentación: Prueba racional y deductiva basada en los fundamentos.

Recapitulación.

Expositivo: breve, preciso, claro, objetivo.

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La Descripción

¿QUÉ ES DESCRIBIR?. Describir es pintar con palabras, por lo tanto en la descripción se presentan los objetos en estado de reposo, como si se hubiese detenido el tiempo. El tiempo verbal que se utiliza es principalmente el presente o el imperfecto. La palabra descripción se usa tanto para la presentación ordenada de un objeto, de un animal, de una conducta, y se califica de científica; como para la descripción literaria que es menos rigurosa y más imaginativa. En la descripción literaria destacan la topografía, la prosopografía, la etopeya y el retrato.

TOPOGRAFIA. Se llama así a la figura descriptiva que pinta con palabras un paisaje. La descripción de cualquier lugar responde a topografía.

PROSOPOGRAFIA. Por medio de ella el escritor da cuenta detallada de los rasgos físicos de una persona. Obviamente es más frecuente en prosa que en verso, pero incluso la lírica procede a menudo a partir de la descripción de rasgos físicos aunque no de manera exhaustiva.

ETOPEYA. Con ella se designa la descripción de las características anímicas de una persona o animal. Describe por tanto formas de ser, caracteres y temperamentos.

RETRATO. El retrato es la descripción que une la prosopografía a la etopeya, describiendo tanto física como anímicamente a la persona. Desde luego los animales no quedan excluidos de la posibilidad de ser retratados.

ELEMENTOS DE LA DESCRIPCIÓN.
Los elementos son los del objeto que se describe. La virtud principal del escritor está en poseer una buena copia verborum (recursos de vocabulario) que le consientan mencionar de forma precisa los componentes del todo. Son palabras fundamentales los nombres y los adjetivos. Pero también la virtud de describir está en saber seleccionar lo peculiar de lo que se ve y utilizar palabras con las que evocar visualmente en el lector la imagen que describe. Sus principales recursos son:

  1. Imágenes sensoriales. Se llaman así a las palabras que aluden a sensaciones de vista, oído, olfato, tacto... fulgía el lago como un ascua a los reflejos del sol muriente...

  2. Comparaciones. Es un recurso expresivo que relaciona una cosa con otra para que se pueda imaginar mejor la primera. Me fui, como quien se desangra. Presenta como semejentes cosas distintas que tienen algo en común.

  1. Metáforas. La metáfora tradicional apela a un reconocimiento intelectivo de la semejanza objetiva existente entre dos objetos aunque incluyan también objetos desemejantes que se parezcan por su función, finalidad o comportamiento.:


Ejemplo Descriptivo

de "El pobre labrador"    Azorín

        La calzada ha quedado concluida; es ancha, blanca, sólida, magnífica. El grupo de obreros y constructores ha dado los últimos toques al gran camino; ha contemplado, satisfecho, la bella calzada y se ha alejado - hacia otro trozo- con las herramientas al hombro. La calzada, blanca, relumbrante, se ve venir de lejos por la campiña verde, ladea los altos cerros, lame las suaves laderas y se mete por los barrancos y los hocinos y desemboca, triunfadora, en la ancha llanura. La verdura de los prados hace resaltar más su blancura. Su centro está ligeramente abombado. Correrán las aguas, cuando llueva, a un lado y a otro, y no habrá remansos y charcos en su comedio. Y en cuanto a solidez, una frase lo dice todo: es obra de romanos. Las grandes calzadas cruzan y recruzan el vasto imperio. Están formadas por un lecho de gruesas piedras; luego viene una tanda de grava mezclada con argamasa. Luego otra mezcla dura, consistente, y, por fin, compacta, casi pulida, la sobrehaz. Todo el inmenso Imperio Romano está cruzado por anchas y hermosas vías. En nuestro país, las calzadas culebrean por valles y laderas. La más ancha y bella de todas se halla en comunicación directa con Roma. Y el tráfago incesante de mercaderes, soldados, negociantes, labriegos, hace las vías pintorescas y vivas.

  1. Inicio general: La calzada ha quedado concluida; es ancha, blanca, sólida, magnífica.

  2. Explicación de lo anterior, El grupo de obreros y constructores ha dado los últimos toques al gran camino; ha contemplado, satisfecho, la bella calzada y se ha alejado - hacia otro trozo- con las herramientas al hombro..

  3. Inicio de la descripción con orden (de lo lejano a lo próximo):

  1. Finaliza con valoración:

Descripción de «Tiempo de silencio»

«La limitada llanura aparecía completamente ocupada por aquellas oníricas construcciones confeccionadas con maderas de embalaje de naranjas y latas de leche condensada, con láminas metálicas provenientes de envases de petróleo o de alquitrán, con onduladas uralitas recortadas irregularmente, con alguna que otra teja dispareja, con palos torcidos llegados de bosques muy lejanos, con trozos de manta que utilizó en su día el ejército de ocupación, con ciertas piedras graníticas redondeadas en refuerzo cimientos que un glaciar cuaternario aportó a las morrenas gastadas de la estepa, con ladrillos de “gafa” uno a uno robados en la obra y traídos en el bolsillo de la gabardina con adobes en que la frágil paja hace al barro lo que las barras de hierro al cemento hidráulico, con trozos redondeados de vasijas rotas en litúrgicas tabernas arruinadas, con redondeles de mimbre que antes fueron sombreros, con cabeceras de cama estilo imperio de las que se han desprendido ya en el rastro los latones, con fragmentos de la barrera de una plaza de toros pintados todavía de color de herrumbre o sangre, con latas amarillas escritas en negro del queso de la ayuda americana, con piel humana y con sudor y lágrimas humanas congeladas.»

Si al describir pretendemos pintar con palabras los objetos que se dan en el espacio, el orden espacial en la descripción suele ser indispensable para provocar a la imaginación a representar lo que se describe. La descripción de Martín Santos renuncia por completo al orden por dos razones: primera, que no hay orden ni concierto en la construcción de las chabolas, obras arquitectónicas que responden a necesidad de improvisar; segunda, porque nos advierte de mano del carácter onírico de las construcciones, y en el sueño tampoco existe sometimiento a disposición racional.

La frase que constituye el párrafo se organiza sintácticamente así:

La limitada llanura es sujeto. El adjetivo “limitada” entrará en contradicción consciente con la ilimitada sarta de elementos que entran en la construcción de las chabolas. “Aparecía” es el verbo y en relación con su lexema aparición, aparecido... se nos pone en contacto con el mundo de los espectros y de las visiones fantasmales. Eso es lo que se nos anuncia. “Completamente ocupada” es complemento predicativo de cuya fiabilidad semántica se encargará la prolija descripción posterior: no cabe ni un alfiler más. “Por aquellas oníricas construcciones confeccionadas con...” es complemento adjetivo de ocupada con núcleo en construcciones al que acompaña el adjetivo oníricas, relativas al sueño, precisamente por la variopinta mezcolanza de objetos que complementarán a confeccionadas. Sintácticamente son complementos de adjetivo yuxtapuestos. Semánticamente se relacionan con instrumentos o “materia ex qua” de confeccionar.

Buscando el orden del narrador en el desorden de lo descrito se inicia con despojos de recipientes, residuos que son común denominador de toda la descripción si bien unos acaban su vida ennoblecidos por el uso en tanto otros finalizan degradados. Esos despojos de recipientes son indistintamente de madera, el material de construcción más noble, o de metal, el material más moderno. Cajas de naranjas y latas de leche condensada para la construcción de viviendas dan una idea adecuada de la inmensa cantidad de materia prima requerida a tal fin. La visión se fragmenta como en un caleidoscopio que es lo que la descripción procura. Tampoco es fútil la selección de naranjas y de leche. Veinte años más tarde de la aparición de la novela, “Naranjito” será muñeco mascota de los mundiales de fútbol en España. Todavía la naranja era seña de identidad española. La leche, como alimento primario lejano a evocar cualquier tipo de lujo. A continuación, más realista el escritor, introduce elementos de mayor tamaño: las latas ya son de barriles de petróleo y se encuentran verdaderos pertrechos de construcción en las uralitas. Aunque estén recortadas irregularmente. Del mismo modo las tejas, los ladrillos y piedras que enumerará a continuación, aunque en desorden. Teja en relación con lo que estamos viendo le lleva a dispareja por la similicadencia fónica y la contigüidad semántica. Alguna referencia muy concreta, de tono irónico y que se nos escapa es la de palos torcidos llegados de bosques muy lejanos. Se supone que hace mención a las vigas que sostienen la techumbre, pues se enuncia a continuación de uralitas y tejas, pero... ¿ pudiera palo torcido ser alusión a los que sostienen el dosel de las camas de la grandes mansiones ? En ese caso la madera sería de caoba, ciertamente llegada de bosques muy lejanos, pero ¿ pudiera el palo de un dosel, a modo de columna salomónica, dar suficiente altura a una chabola ? Nos gusta la posibilidad por el contraste, lingüísticamente no está claro. En ese caso la referencia a la manta vendría por asociación de ideas y la manta utilizada por un soldado en tiempos de guerra formaría violento contraste con el tálamo nobiliario. Las piedras graníticas es uno de los elementos que se encuentran degradados en este medio. La piedra es junto con la madera el otro de los materiales nobles de construcción. La roca de granito de los más costosos por su cara extracción en la cantera. Aquí la piedra pierde su grandeza reunida con barro que sirve de base al ladrillo, su forma redondeada por la erosión secular se confunde con otros redondeles de mimbre que fueron sombreros hace bien poco. La impresión de acabamiento y de ruina se hace más evidente en el final de la descripción: en un principio interesaba al autor la profusión de elementos variados, ahora predomina el marchitamiento de los objetos: cabeceras de cama estilo imperio, fragmentos de una barrera de plaza de toros a los que pondrán el color amarillo de la bandera insignia nacional la lata de queso, de ayuda americana para más I.N.R.I. El final, y a sugerencia de la sangre derramada en los cosos taurinos, recuerda el lema de Churchill al prometer sangre, sudor y lágrimas en tiempos de guerra. Los tres elementos se encuentran en el final de una descripción que se hace así denuncia de unas condiciones de vida que ocasionan el sufrimiento humano.

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La narración.

Narrar es contar hechos reales o imaginarios.

Los elementos de la narración

LA ACCIÓN.
Se refiere a las cosas que pasan en un tiempo determinado que siguen un orden concreto.

  1. El planteamiento. Es el comienzo del relato. En él se presenta el tema, el ambiente y los personajes.

  2. El nudo. En esta parte se desarrollan los hechos.

  3. El desenlace. Es el final; donde se solucionan los problemas y se produce la solución.

TIEMPO

  1. Orden lineal. Cuando los hechos se cuentan desde el principio hasta el final.

  2. Mitad del relato. Se empieza en un momento y a partir de él se cuenta lo que pasó antes y después.

  3. Por el final. Se empieza por el final y, a continuación, se cuentan los hechos anteriores.

LOS PERSONAJES.
Son los protagonistas de la acción. Unos son principales (protagonistas) y otros secundarios. Se les debe dar una personalidad propia y situarlos dentro de un ambiente o lugar donde se desarrollan los hechos.

EL AMBIENTE.
Un buen relato debe ser interesante. Para conseguirlo hay que tener en cuenta la verosimilitud del ambiente con descripciones de lugares u objetos, diálogos que permitan a los personajes presentarse a sí mismos...

NARRADOR
El que narra la acción. Puede hacerlo en primera, segunda o tercera persona, en número singular o plural. / Omnisciente, si utiliza el procedimiento de narrar como si conociera todo cuanto ocurre y a menudo tiene una opinión sobre lo que sucede. / Aquiescente, cuando aparenta no saber más de lo que saben los propios personajes, se coloca como un personaje más. / Deficiente, si el narrador relata como si supiera menos de lo que saben sus personajes y va descubriendo la acción con ellos.

TIEMPO DE SILENCIO    LUIS MARTÍN SANTOS

«Pedro bajó los tres pisos de oscura escalera iluminada apenas por anémicas bombillas. Los escalones de madera vieja olían a polvo, algunos crujían. En el descansillo de abajo una pareja de novios se apretaba en un rincón. La criada del piso de abajo y un soldado de paisano del mismo pueblo. Salió a la pequeña calle. Andando con paso rápido pasó ante una taberna con cabeza de toro. Llegó a la plazuela de Tirso de Molina. En la entrada del cabaret barato había ya algunos con aspecto de chulos, esperando que llegaran los primeros clientes. Siguió por una calle oblicua de escasa pendiente. El comercio de segundo orden de la calle tenía en su casi totalidad apagadas las luces. Alguna tienda solamente gastaba kilowatios. En un almacén confuso se acumulaban máquinas de hacer café de segunda mano y veladores viejos con silloncitos de mimbre. Llegó a la esquina de Antón Martín con su entrada de metro y con más luz. Había dos taxis parados y otro dando lentamente la vuelta. Algunas mujerzuelas de aspecto inequívoco se estacionaban en las aceras o tomaban café con leche en turbios establecimientos con dorados falsos

Narración típica del realismo objetivo. El personaje hace y el narrador - 3ª persona testigo - se limita a

1.    contar sus movimientos: Pedro bajó los tres pisos

2.    describir lo que el personaje ve o siente: olían a polvo, crujían, una pareja de novios...

3.    informar de lo que sabe: La criada y un soldado de paisano.

El lenguaje utilizado es ramplón, los recursos estéticos abundan en informar de lo ya sabido:

en un almacén confuso, mujerzuelas de aspecto inequívoco, turbios establecimientos, dorados falsos...

las palabras son comunes y la función del lenguaje meramente denotativa. Sintácticamente no hay más que yuxtaposición de elementos sin ninguna jerarquía.

La aventura del tocador de señoras    Eduardo Mendoza

Incluso cuando se trata de un fragmento se puede ver ese proceso de presentación, nudo y desenlace.

Sin maquillaje y despeinada Ivet parecía aún mas joven: a la tenue luz que arrojaba mi lámpara (a media luz) aparentaba tener a lo sumo veinte años, como ocurre con todas las mujeres que aún no los han cumplido y con algunas (muy pocas) a partir de los cuarenta. Estaba pensando estas cosas (y también en los potitos) cuando advertí que Ivet entornaba los párpados.

-Es evidente, por lo que me cuentas –dije-, que han descubierto que fuiste tú y no yo quien se apoderó de la carpeta. Tarde o temprano tenía que pasar. Algo habrá que hacer al respecto, pero no ahora. Los dos estamos cansados y necesitamos dormir. Aquí estarás a salvo, al menos por esta noche. Dadas las dimensiones de la vivienda, sólo dispongo de un camastro muy estrecho y desfondado. En el colchón, las sábanas y la almohada más vale no fijarse. Con todo, sigue siendo el mueble más cómodo para acostarse. Te lo cedo. Yo dormiré en la butaca o en el plato de la ducha.

De ningún modo –repuso Ivet-, no quiero causarte más molestias. Dormiremos los dos en la cama. Es decir, si no tienes inconveniente.

La proposición me dejó como el lector podrá fácilmente imaginar (si le apetece) y también profundamente conturbado. Desde mi más tierna infancia he procurado conducirme con arreglo a los dictados del entendimiento, la compostura y la estricta legalidad. Y si en alguna ocasión (reiterada) he conculcado estas directrices (de mi vida) dejándome llevar por mis impulsos emocionales y cometiendo, por ejemplo, alguna falta contra la propiedad, la honestidad o la integridad física de las personas, las normas civiles o penales, el código de la circulación, la ley de tasas o el orden público, las consecuencias han sido desproporcionadamente negativas para mí, al menos, desde mi punto de vista. En vista de lo cual había propuesto rehuir situaciones como la que acabo de describir. Temía zambullirme de nuevo en un remolino o mar gruesa que hiciera zozobrar la frágil barca de mi existencia y me ocasionara penas del alma, daños del cuerpo y problemas confesionales. A estas consideraciones, por si fueran pocas, se unía el temor a hacer daño sin querer a Ivet, por quien seguía sintiendo la misma atracción del primer instante, pero por quien ahora, por añadidura, iba sintiendo una ternura que no auguraba nada bueno. Todo esto por no hablar del temor al gatillazo. Sin embargo, y como Ivet, mientras yo perdía el tiempo en reflexiones, ya se había puesto en paños menores, opté por dejar aquellas por el momento y no desaprovechar la única ocasión de mojar que el destino había tenido a bien brindarme en lo que iba de quinquenio.

Mas cuando me aprestaba a desvestirme, se puso a sonar el timbre del interfono con una persistencia que no admitía desaire.

-Será una equivocación –dije para tranquilizar a Ivet-. La aclararé y en un santiamén volveremos a lo nuestro.

Descolgué el auricular del interfono y pregunté:

-¿Quién?

-La policía –respondió una voz de trueno. Abre ahora mismo o echamos abajo la puerta y la escalera.

COMENTARIO.

Asunto y tema: No hace falta ser lector muy avisado ni experto para reconocer que estamos ante un trozo de género negro, ese subgénero narrativo con protagonista en un detective que opera en el mundo de los bajos fondos. La situación de chica desvalida que busca el amparo del detective mientras es buscada por la policía la hemos visto repetida en novela y en cine como para saber qué va a pasar –que no es lo al género negro le interesa-, sino qué tipo de verdad acabaremos por encontrar. O dicho de otra forma no esperamos desenlace romántico y de happy end en la situación descrita, sabemos que no hay finales felices, sino que esperamos saber cómo se ha de estropear todo.

Si hemos de delimitar tema en tan poco asunto, sin duda prima el erótico. En dos ocasiones el texto se abre a introspección psicológica del protagonista que refiere la belleza y juventud de la damita y en otra confiesa unos sentimientos relacionados con la ternura que marcan la relación interpersonal descrita en este momento.

Análisis contenido. La trama muy simple y ya descrita: la chica que quiso traicionar al investigador (han descubierto que fuiste tú) y, al no conseguirlo, busca su cooperación de otra forma. En uno y otro caso, la policía es el antagonista a quien se pretende engañar o vencer. Los personajes dos, la pareja sexuada. Y la relación que se establezca estará siempre marcada por la relación erótica de dominación. Lo que desde época medieval era juego de alejamiento que rebajaba al amante por la inaccesibilidad de la amada, siguió desde fines del XIX con el juego de la mujer fatal que fagocita al macho con el señuelo de la sexualidad. En la novela negra el tema de la vampiresa aparece periódicamente como contrapunto a los momentos de violencia física. El ambiente de baja estofa como también corresponde al género creado por Dashiell Hammett y Raymond Chandler, donde las camas son camastro y los baños, plato de ducha en función del tamaño de la vivienda. La escasez de luz queda también explícitamente destacada. Y el narrador, una primera persona que refiere los diálogos y los movimientos consintiendo el conductismo de los personajes. Su parcial punto de vista le impide interpretar de forma absoluta e imparcial los pensamientos y acciones de los restantes personajes de la narración. También cabría hablar de narrador equiescente, puesto en lugar del protagonista (sabe lo mismo que él), pero más proclive a manifestarse con sinceridad de lo que al protagonista le suceda o piense: «en lo que iba de quinquenio». En otros casos la discrepancia narrador / personaje en la equiescencia queda destacada de alguna forma: «aquella misma tarde, de regreso a su casa después de haberse entrevistado conmigo en el bar y de haber paseado de mi brazo (en mi engañoso recuerdo, amartelada), no había ocurrido nada.»

Estructura. Tiempo lineal, pero dando entrada al tempo lento del discurrir de la conciencia. Inicio en reposo, en imagen fuera de escena, para referir la visible juventud de Ivet. Diálogo breve al que pone acción la frase «dormiremos los dos en la cama». Pensamiento del protagonista interrumpido por la llamada de la policía.

Texto y Época. La postmodernidad proporciona este tipo de antihéroes: antirrománticos, pero tiernos; y hombres de acción cargados de dudas, ironía y humanidad. El texto es paródico y en lo que de parodia tiene apunta la lección permanente del Quijote. Este protagonista, que se supone asaeteado por los galanteos de una dama, que se arma ideológicamente contra la licitud de acceder a sus pretensiones y que, al fin, debe resignarse a esperar otra ocasión porque la realidad trunca sus esperanzas es paradigma quijotesco, independizado de un Sancho a quien ha asumido en su propio discurso formulando él mismo la antítesis: temor al gatillazo, única ocasión de mojar…

El estilo postmoderno es retóricamente cuidadoso. Abundan los términos sinonímicos para buscar un ritmo binario: sin maquillaje y despeinada / estamos cansados y necesitamos dormir / muy estrecho y desfondado / en la butaca o en el plato / remolino o mar gruesa… En otros casos más señalados se apuesta por el ritmo trimembre porque se busca una gradación en lo expresado: dictados del entendimiento, la compostura y la estricta legalidad / penas del alma, daños del cuerpo y problemas confesionales. En el haber de la parodia debe consignarse la corta alegoría “mar gruesa que hiciera zozobrar la frágil barca de mi existencia”, muy de gusto del idiolecto del moralista católico.

Por fin hemos de considerar la aparición, en forma de mención hecha por el narrador protagonista, del lector. No es frecuente que el lector aparezca interpelado en una novela. ¿Quién lo hace? ¿Es consciente el protagonista de la alienación que para su vida supone mentar al lector? Si se sabe leído, se sabe producto de la fantasía de un literato; tan sólo el autor de una obra puede apelar a la complicidad del lector en pie de igualdad. Esa mención nuestra supone en primer lugar la aceptación de que lo leído es algo pensado y no sucedido, es arte y no vida. En segundo lugar se nos invita a reconstruir ese arte, a ser coartífices con el autor. Si añadimos algo más diremos que Mendoza no sólo nos invita al proceso de creación, sino también al proceso de vivir una vida ajena, incorporándonos al personaje novelesco: «ponte en su lugar» -nos dice Mendoza con un guiño pícaro. El teatro dentro del teatro, el personaje cinematográfico que sale de la pantalla o el real que entra en ella, son invitaciones del arte del siglo XX a desbloquear la dicotomía realidad y ficción porque la ficción forma parte de lo real. Esta parece la característica más relevante del texto propuesto.

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TEXTOS NARRATIVOS

De "La lámpara maravillosa"    Valle Inclán.

JUAN QUINTO
        Micaela la galana contaba muchas historias de Juan Quinto, aquel bigardo que, cuando ella era moza, tenía estremecida toda la Tierra del Salnés. Contaba cómo una noche a favor del oscuro, entró a robar en la Rectoral de Santa Baya de Cristamilde. La Rectoral de Santa Baya está vecina de la iglesia, en el fondo verde de un atrio cubierto de sepulturas y sombreado de olivos. En ese tiempo de que hablaba Micaela, el rector era un viejo exclaustrado, buen latino y buen teólogo. Tenía fama de ser muy adinerado y se le veía por las ferias chalaneando caballero en una yegua tordilla, siempre con las alforjas llenas de quesos. Juan Quinto, para robarle, había escalado la ventana, que en tiempo de calores solía dejar abierta el exclaustrado. Trepó el bigardo gateando por el muro y cuando se encaramaba sobre el alféizar con un cuchillo sujeto entre los dientes, vio al abad incorporado en la cama y bostezando. Juan Quinto saltó dentro de la sala con un grito fiero, ya el cuchillo empuñado. Crujieron las tablas de la tarima con ese pavoroso prestigio que comunica la noche a todos los ruidos. Juan Quinto se acercó a la cama, y halló los ojos del viejo frailuco abiertos y sosegados que le estaban mirando.
    - ¿Qué mala idea traes, rapaz?
    El bigardo levantó el cuchillo:
    - La idea que traigo es que me entregue el dinero que tiene escondido, señor abad.
    El frailuco rió jocundamente:
    - ¡Tú eres Juan Quinto!
    - Pronto me ha reconocido.
        Juan Quinto era alto, fuerte, airoso, cenceño. Tenía la barba de cobre, y las pupilas verdes como dos esmeraldas, audaces y exaltadas. Por los caminos, entre chalanes y feriantes, prosperaba la voz de que era muy valeroso, y el exclaustrado conocía todas las hazañas de aquel bigardo que ahora le miraba fijamente, con el cuchillo levantado para aterrorizarle:
    - Traigo prisa, señor abad. ¡La bolsa o la vida!
    El abad se santiguó:
    - Pero tú vienes trastornado. ¿Cuántos vasos apuraste, perdulario? Sabía tu mala conducta, aquí vienen muchos feligreses a dolerse... ¡Pero, hombre, no me habían dicho que fueses borracho!
    Juan Quinto gritó con repentina violencia:
    - ¡Señor abad, rece el Yo Pecador!
    - Rézalo tú, que más falta te hace.
    - ¡Que le siego la garganta! ¡Que le pico la lengua! ¡Que le como los hígados!
    El abad, siempre sosegado, se incorporó en las almohadas:
    - ¡No seas bárbaro, rapaz! ¡Qué provecho iba a hacerte tanta carne cruda!
    - ¡No me juegue de burlas, señor abad! ¡La bolsa o la vida!
    - Yo no tengo dinero, y si lo tuviese tampoco iba a ser para ti. ¡Anda a cavar la tierra!
    Juan Quinto levantó el cuchillo sobre la cabeza del exclaustrado:
- ¡Señor abad, rece el Yo Pecador!
        El abad acabó por fruncir el áspero entrecejo:
    - No me da la gana. Si estás borracho, anda a dormirla. Y en lo sucesivo aprende que a mí se me debe otro respeto por mis años y por mi dignidad de eclesiástico.
    Aquel bigardo atrevido y violento quedó callado un instante, y luego murmuró con la voz asombrada y cubierta de un velo:
    - ¡Usted no sabe quién es Juan Quinto!
    Antes de responderle, el exclaustrado le miró de alto a bajo con grave indulgencia.
    - Mejor lo sé que tú mismo, mal cristiano.
    - ¡Un león!
    - ¡Un gato!
    - ¡Los dineros!
    - ¡No los tengo!
    - ¡Que no me voy sin ellos!
    - Pues de huésped no te recibo.
        En la ventana rayaba el día, y los gallos cantaban quebrando albores. Juan Quinto miró a la redonda, por la ancha sala donde el tonsurado dormía, y descubrió una gaveta:
    - Me parece que ya di con el nido.
    Tosió el frailuco:
    - Malos vientos tienes.
        Y comenzó a vestirse muy reposadamente y a rezar en latín. De tiempo en tiempo, a par que se santiguaba, dirigía los ojos al bandolero, que iba de un lado a otro cateando. Sonreía socarrón el frailuco y murmuraba a media voz, una voz grave y borbollona:
        - Busca, busca. ¡No encuentro yo con el claro día, y has de encontrar tú a tentones!...
        Cuando acabó de vestirse salió a la solana por ver cómo amanecía. Cantaban los pájaros, estremecíanse las yerbas, todo tornaba a nacer con el alba del día. El abad gritó al bigardo, que seguía cateando en la gaveta:
        - Tráeme el breviario, rapaz.
        Juan Quinto apareció con el breviario, y al tomárselo de las manos, el exclaustrado le reconvino lleno de indulgencia:
        - Pero ¿quién te aconsejó para haber tomado este mal camino? ¡Ponte a cavar la tierra, rapaz!
        - Yo no nací para cavar la tierra. ¡Tengo sangre de señores!
        - Pues compra una cuerda y ahórcate, porque para robar tampoco sirves.
        Con estas palabras bajó el frailuco las escaleras de la solana, y entró en la iglesia para celebrar su misa. Juan Quinto huyó galgueando a través de unos maizales, pues se veía por los montes la mañana y en la fresca del día muchos campanarios saludaban a Dios. Y fue esa misma mañana ingenua y fragante cuando robó y mató a un chalán en el camino de Santa María de Meis. Micaela la Galana, en el final del cuento, bajaba la voz santiguándose, y con un murmullo de su boca sin dientes recordaba la genealogía de Juan Quinto:
        Era de buenas familias. Hijo de Remigio de Bealo, nieto de Pedro, que acompañó al difunto señor en la batalla del Puente San Payo. Recemos un Padrenuestro por los muertos y por los vivo

CUESTIONES
La narrativa posee cinco elementos:

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